“…es que uno sueña en otro idioma y la realidad es mala traductora…” .Siempre viaja conmigo esa certera frase de Gustavo Levene, tomada de aquel libro “Niñez en Catamarca” que leyera en mi juventud.
Propongo un breve ejercicio de memoria : ¿Cuántas veces te sucedió que al llegar aquello que tanto esperabas, te vino cambiado? . Porque nunca nada será como lo imaginemos. Porque siempre habrá variantes, pudiendo darse hasta la inversa de lo ansiado. Y aplicando esa infalible teoría, bien vale hacer trampas e imaginar esa situación con un desenlace distinto u opuesto al que realmente deseamos. De este modo, razono, podríamos evitar el final que no queremos. ¿Ridículo? Puede ser, pero aquí estoy, confesando un secreto que llevo guardado y practicando con éxito desde hace mas de 40 años.
En esos absurdos juegos mentales me hallaba en las horas previas al partido con River. Trataba de imaginar una caída estrepitosa por goleada, goles de Orteguita incluídos, en el oscuro afán de que eso nunca pueda cumplirse. O un empate sobre la hora tras ir ganando en los 90 minutos, cosa que suele ocurrir a menudo y es algo que los hinchas de All Boys tememos mas que a las derrotas.
Y así, ocultándole al hado pérfido mi verdadero deseo, me instalé en el centro de la tribuna Chivilcoy, a 800 kilómetros de mi cuerpo allá en Capilla del Monte que saltaba y gritaba como poseído.
Al finalizar el partido, una vez más, creía que el destino, desorientado por tanto ladino pensamiento agorero, me regalaba el triunfo.
Pero …¿Que? ¿All Boys no jugó? ¿No alentó la gente? ¿Acaso no atajó Cambiasso? ¿O no era el Ogro Fabbiani esa pared que puso el Pepe ahí en la puerta del área de ellos?¿A quien le gritaban entonces u-ru-guayo, u-ru-guayo? ¿a Enzo Francescoli?
¡No! Era a Pablo Rodríguez, sudor y sangre charrúa. ¡Sí! eran Fabbiani, Barrientos, Perez García, Soto, Dominguez, Sanchez, Matos, esos nombres de hombres que construyen este presente maravilloso. Y que se ríen del destino, de ésos que nos llaman “modesto All Boys”, de las estrellas consagradas que muerden el césped del Islas Malvinas… y de los pesimistas tramposos como yo.