Vivir en un pueblo tiene sus ventajas.

Hay veces que vivir en un pueblo tiene sus ventajas. Y mas cuando veo en los medios cómo el comercio textil y la inmigración tiene cada vez mas acorralado a mi Floresta, al extremo de alterar ese espíritu barrial que me enamoró.

Será por eso que me refugio en Capilla del Monte, búnker natural, un pueblo al que siento como un gran barrio. Y esto no es peyorativo, todo lo contrario, es  un lugar donde todos nos conocemos, “chusmeamos”, nos saludamos y compartimos temporadas y sequías, alegrías y tristezas. Es todavía ese barrio de “puertas abiertas” que en Buenos Aires se ha perdido para siempre.

Desde que desembarqué, y cual Draculesco humus Transilvánico, hice “Tierra de Floresta” de mi pequeño negocio , mi propia y  exclusiva embajada barrial de cabotaje. De a poco  y a consecuencia de ver decoradas las paredes del local con camisetas y trapos albos, fueron enterándose los Capillenses de mi pasión. Supieron por mí de la “B metropolitana”, inexistente para Córdoba, y luego del ascenso al Nacional, ya como rival directo de sus tres equipos, aprendieron a respetarme futboleramente hablando.

Pero en estos días, soy una celebridad, un referente. Todos y hasta los de Talleres que tanto maltraté –perdón- se acercaron a saludarme. Pero cuando vinieron a hacerme un reportaje los de la FM local  de mas audiencia…?  bueno, ahí me la terminé de creer.

No, si vivir en un pueblo, y ser de All Boys tiene sus ventajas…